Estoy frente al mar… las olas se acercan y se alejan
con suavidad, como si el mar danzara para mí. Me acerco… siento que se enreda
en mis pies y tira de ellos para que le siga…si quisiera podría hacerlo, podría
dejarme llevar… flotar en sus aguas mientras él lleva el compás, o podría nadar
deslizándome por su superficie, incluso podría sumergirme en él para conocer su
interior. Este cuerpo en el que habito está preparado para todo eso, pero decido
sentarme y observar su danza. Los ojos intentan recorrer toda su extensión… es
inmenso, imposible abarcar con estos ojos toda su inmensidad, en el horizonte
se une al cielo y se hacen uno, es precioso verlos unidos, pero es engañoso, sé
que, aunque recorriera todo el mar nunca llegaría a ese punto de unión.
Ahora levanto la mirada al
cielo, Veo una bandada de gaviotas entre las nubes… volando sobre el mar y
sobre mí. Vuelan… esa palabra vibra y resuena en mí como un eco. Sus alas extendidas
se mueven de forma acompasada danzando la música del viento, bailan con él.
Presto atención a este cuerpo…
me maravilla. Sí, todo él es extraordinario… siento cómo la sangre corre por
las venas, siento el cadencioso latir del corazón… cuanto más se profundiza en él, más maravilloso es. Me
extiendo por todo él, por cada nervio,
por el interior de la piel, por cada uno de los cinco sentidos del cuerpo... quiero
sentir todo mi entorno. En la mente encuentro una zona infranqueable… respeto
esa zona, y ocupo esa otra parte de la mente que ya hace un tiempo conquisté,
sé que en ocasiones puedo abarcar más allá… Envuelvo el corazón, su palpitar me
hace sentir que este cuerpo está lleno de vida.
Siento el sonido de las
gaviotas, anhelo unirme a ellas.
A veces me he preguntado por
qué este cuerpo no vuela. Es capaz de hacer tantas cosas… no cabe duda de que
es asombroso, pero aún así, percibo que este cuerpo es demasiado terrestre, y en
ocasiones siento la necesidad de escaparme entre sus silencios… pero los
latidos del corazón siempre me retienen con su eco… me grita que me quede, que
aún no ha llegado el momento.
Vuelvo a mirar al cielo, más
allá de las nubes, y sé… soy totalmente consciente de que ahí está mi destino…
ese es… ese es el lugar al que pertenezco…
Desde mi espacio de la mente pongo
una sonrisa en los labios de este rostro…
Extenderé las alas… me uniré a
las gaviotas en su danza