martes, 20 de diciembre de 2016

Diciembre


 Hay una larga línea… y en el centro yo en medio de dos realidades
Miro hacia uno de los extremos… luces adornando las calles iluminan la noche, y gente cargada de paquetes camina cansada de recorrer comercios entre apretones.
Miro hacia el otro extremo… luces en las calles que hacen más evidente las sombras donde la gente, sentada en los rincones, permanece inmóvil esperando una limosna que raramente llega.
Vuelvo la mirada, de nuevo, hacia el anterior extremo… familias que se reencuentran, se reúnen alrededor de una mesa repleta de alimentos variados, en hogares cálidos, ¡¡sonríen!! Me alegra verles sonreír y conversar animadamente, es bonito verlos sonreír felices. ¿Acaso no es así como se espera que  sea la Navidad? Yo pertenecí a esa realidad… Sonrío con amargura y miro al otro lado… Personas solas… hambre, rostros afligidos, gente sin hogar en la noche fría…
Y en el centro de la línea yo, callada, ausente de ambas realidades.
Me callo… porque no quiero que se apaguen las sonrisas de  la gente que aún no ven más allá de su extremo de la línea. Estoy en el centro porque, una vez abiertos los ojos y dirigida la mirada hacia los rostros afligidos, se me hace difícil permanecer en el extremo de la gran celebración, ya que eso me hace mucho más consciente de la miseria que hay al otro lado. Estoy en el centro porque no me siento capaz de dirigirme a los rostros afligidos y colocar en ellos una sonrisa. Me avergüenzo de mí misma… de solo ser un punto alejándose de la realidad en mitad de la línea. Un punto encogiéndose cada vez más…
Hasta desvanecerse…                              

          Ascen Garci



jueves, 29 de septiembre de 2016

Mi alma frente al mar


 Estoy frente al mar… las olas se acercan y se alejan con suavidad, como si el mar danzara para mí. Me acerco… siento que se enreda en mis pies y tira de ellos para que le siga…si quisiera podría hacerlo, podría dejarme llevar… flotar en sus aguas mientras él lleva el compás, o podría nadar deslizándome por su superficie, incluso podría sumergirme en él para conocer su interior. Este cuerpo en el que habito está preparado para todo eso, pero decido sentarme y observar su danza. Los ojos intentan recorrer toda su extensión… es inmenso, imposible abarcar con estos ojos toda su inmensidad, en el horizonte se une al cielo y se hacen uno, es precioso verlos unidos, pero es engañoso, sé que, aunque recorriera todo el mar nunca llegaría a ese punto de unión.
Ahora levanto la mirada al cielo, Veo una bandada de gaviotas entre las nubes… volando sobre el mar y sobre mí. Vuelan… esa palabra vibra y resuena en mí como un eco. Sus alas extendidas se mueven de forma acompasada danzando la música del viento, bailan con él.
Presto atención a este cuerpo… me maravilla. Sí, todo él es extraordinario… siento cómo la sangre corre por las venas, siento el cadencioso latir del corazón… cuanto más se  profundiza en él, más maravilloso es. Me extiendo por todo él,  por cada nervio, por el interior de la piel, por cada uno de los cinco sentidos del cuerpo... quiero sentir todo mi entorno. En la mente encuentro una zona infranqueable… respeto esa zona, y ocupo esa otra parte de la mente que ya hace un tiempo conquisté, sé que en ocasiones puedo abarcar más allá… Envuelvo el corazón, su palpitar me hace sentir que este cuerpo está lleno de vida.
Siento el sonido de las gaviotas, anhelo unirme a ellas.
A veces me he preguntado por qué este cuerpo no vuela. Es capaz de hacer tantas cosas… no cabe duda de que es asombroso, pero aún así, percibo que este cuerpo es demasiado terrestre, y en ocasiones siento la necesidad de escaparme entre sus silencios… pero los latidos del corazón siempre me retienen con su eco… me grita que me quede, que aún no ha llegado el momento.
Vuelvo a mirar al cielo, más allá de las nubes, y sé… soy totalmente consciente de que ahí está mi destino… ese es… ese es el lugar al que pertenezco…
Desde mi espacio de la mente pongo una sonrisa en los labios de este rostro…

Extenderé las alas… me uniré a las gaviotas en su danza
             Alma
                                        Ascen Garci



    





lunes, 2 de mayo de 2016

MINI RELATO (Sabor a mar)

 SABOR A MAR


Carol cerró los ojos. Sentía cómo la brisa marina se deslizaba por su cuerpo
acariciándole la piel. Respiró profundamente tumbada sobre la toalla, y poco a poco relajó cada músculo de su cuerpo mientras escuchaba el sonido de las olas golpeando las rocas, y de vez en cuando… el canto de las gaviotas. Como un mantra repitió en su mente: «yo estoy en paz… yo soy paz… paz…» y al poco empezó a sentir esa paz. «Este lugar es ideal para sentirla», se dijo.  

Carol pensó en cuan parecido podía ser un ser humano, con su carácter y sus estados de ánimo, al mar; a veces estaba en calma y relajado como se sentía ella en ese momento; otras veces se veía agitado e inquieto igual que en aquel mismo instante; y en otras ocasiones parecía enloquecer, cuando agitaba sus aguas con furia, como si fuera una persona llena de ira.

A través de los parpados notaba la fuerte luz del sol atenuada por la sombrilla.

Se acordó de Alex, él se había ido a navegar con sus amigos mar adentro en su lancha zodiac. Habían quedado en que ella le esperaría en aquella orilla de la playa, pero ya estaba tardando.
Carol se concentró en el sonido de su respiración profunda, «casi suena como el mar» pensó «aunque más suave… ¡como si fuera un susurro de mar!» exclamó para sí mientras sus labios se curvaban en una leve sonrisa.
Cuando el mar estaba tranquilo y cálido, a ella le encantaba tumbarse en sus aguas… flotando, y con los ojos cerrados se sentía como si estuviera sujeta por unos brazos que la mecían.
«El mar es impredecible» se dijo de pronto «como algunas personas…» murmuró. Carol recordó que su madre se lo había explicado de niña (lo del mar), lo de las personas lo descubrió ella más adelante.

“Sucedió hacía ya tiempo… cuando sus padres eran novios. Ese día habían ido a la playa, y su madre se estaba dando un baño no muy lejos de la orilla porque no sabía nadar, de pronto sintió que la arena bajo sus pies desaparecía y el agua tiraba de ella hacia abajo. «Era un remolino» le había aclarado su madre cuando se lo contó. Su padre enseguida fue a su rescate, pero no era buen nadador, y una tercera persona tuvo que rescatar a ambos.”

Alex estaba tardando…  
Su madre le enseñó a ser prudente en el mar, pero aun así, Carol se sentía  demasiado atraída por él, le encantaba escuchar su sonido… como si le estuviera hablando a ella, y a veces se le iba el tiempo observando el vaivén de sus aguas hasta quedar hipnotizada, o nadaba hasta quedarse sin fuerzas.

Carol sintió en sus labios un roce frío con sabor a sal. «Alex», se dijo, lo supo aun con los ojos cerrados, y enseguida dio un respingo al sentir múltiples gotitas de agua fría sobre su piel templada por el sol. Abrió los ojos, y vio una sonrisa en el rostro de Alex. Ella se incorporó con gesto serio, aun cuando la sonrisa de él era contagiosa.
‒Has tardado ‒dijo ella‒ ¿Sabes que llevo tanto tiempo escuchando al mar… y pensando en él, mientras te esperaba, que ya me está atrayendo…? ‒añadió.
‒¿Pensando en quién? ‒preguntó él dejando de sonreír
‒En el mar… ‒Contestó Carol, y ya se dirigía a la orilla, donde rompían las olas, cuando Alex la sujetó por la cintura, y se colocó delante de ella con sus ojos negros fijos en los azules de ella, le sujetó la cabeza con ambas manos y unió sus labios a los de Carol.
Fue un beso único… intenso, que le llenó el cuerpo de sensaciones y la dejó sin aliento.
‒¿El mar puede hacer esto? –preguntó él satisfecho.
‒¡No…! ‒reconoció ella‒. «Pero ese beso… lleva su sabor… sabor a mar» pensó sonriendo, y volvió a unir sus labios a los de él, cerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones, mientras escuchaba el canto del mar.
                                                                              Ascen Garci